LA ORGÍA PERPETUA

  • UD LAS PALMAS 3-3 CELTA DE VIGO

DESDE LA GRADA CURVA.- POR EDUARDO FRANCESCOLI

Cada temporada, cuando el calendario lo exige y las hormonas futbolísticas también, UD Las Palmas y Celta de Vigo se citan sobre un campo de césped, dejan entrar a algunos avisados, se dotan de todos los instrumentos diseñados para la lascivia, y se entregan recíprocamente a una impúdica bacanal de regates, pases y paredes, justo en el espacio donde reside el placer del balompié, en los extremos, en el centro del campo, en el borde del área, humedeciendo los paladares del perro de Paulov que todos llevamos dentro. Una orgía perpetua, una orgía además fértil, que engendra goles como Flaubert – Vargas Llosa dixit – engendraba literatura cuando se encerraba, en su onanismo creativo, a esculpir personajes literarios.

LAS PALMAS VS CELTA

La orgía perpetua de Las Palmas y Celta cumplió el guion de la primera cita con que ambos equipos se reencontraron en Primera, hace poco más de un año. Solo veinte minutos y el Celta ya ganaba tres a cero, sin haber siquiera controlado el juego. Las Palmas se había adueñado nuevamente del balón, y el árbitro permitía que los jugadores celestes interrumpieran con faltas la conducción amarilla. Una pañolada unánime y de luto, con crespones negros en las manos, quiso hacer saber a los trencillas hispanos de la incoherencia que supone que el equipo que menos faltas hace en el campeonato, la UD, sea el más castigado por las sanciones, a la par que sus jugadas, el circuito nervioso en el que se sustenta su forma de sentir el fútbol, es atacado sin protección por contusiones constantes en los tobillos.

La pañolada llegó tarde. Después de permitir, una y otra vez, que los jugadores grancanarios acabaran en el suelo, el juez señaló una discutible entrada de Bigas en el umbral del área. La vanguardia céltica dio las gracias a Raúl Lizoaín por la gentileza de facilitarle el centro de la puerta, por donde el esférico se internó, sorprendido, para dar las buenas noches a la red. Hasta dos veces más el balón se mostraría educado con la malla de Raúl. Orellana y Aspas sometieron, con latigazos profesionales, a una defensa con oficio pero lenta, y Raúl mostraría que precisamente la suerte donde menos pericia demuestra son esas salidas a medias, donde confunde velocidad con histerismo, donde en lugar de proteger el espacio lo concede, para que el delantero gane su nómina sin tanta dificultad.

Aspas fue, sin duda, uno de los hombres de la noche de este domingo de orgía. Es un Luis Suárez gaélico, con la pericia del carnicero, que sabe exactamente dónde cortar con su cuchillo de frío goleador. Ni especialmente alto, ni especialmente atlético, ni especialmente técnico, pertenece a la estirpe de quienes nacieron para el gol, sin que nadie sepa exactamente por qué. De Jonathan Viera tiene la consideración de naturaleza autóctona: como nuestro Romario, que no sobrevive en condiciones de humedad, calor y aprecio que no sean las de La Feria, Iago – su propio nombre lo advierte – solo adquiere esos trazos de vitalidad balompédica en su Finisterre natal, donde orvalla agua como de él orvallan goles, y no en el calor tartesso de Sevilla.

LAS PALMAS VS CELTA

El otro hombre de la bacanal fue Raúl. En el descanso, entre guiri y guiri – el Estadio de Gran Canaria se ha convertido en una sucursal de Meloneras – los jubilados que quedan debatían con coraje sobre la pertinencia de que Raúl fuera cancerbero de categoría. Sin duda nostálgicos de los tiempos de Pérez, a quien igualmente se sometió a un escrutinio inmisericorde solo por el hecho de ser de Gran Canaria y suceder a Carnevalli bajo la madera, Raúl se había convertido de pronto en un nuevo Manolo López, al que estigmatizaron por llevar lentillas y que tuvo que regresar para rehabilitarse en una histórica tanda de penaltis de Copa del Rey ante el Tenerife. Fue entonces cuando Manolo López pasó de miope a ‘Gato de Arucas’, y este domingo Raúl Lizoaín estuvo en un tris de pasar de canterano a candidato al ostracismo.

Lo cierto – para el cronista – es que Raúl tuvo un desacierto de benjamín en el primer gol, y que su peor maña es, precisamente, esas jugadas donde la pelota se queda a medias, y en una milésima de segundo debe escoger si trata de domarla o de cubrir los espacios. Raúl es titular porque Javi Varas, enorme portero, concedía precisamente el ático del área a los delanteros, y por allí le llegaron a Las Palmas goles sucesivos, en centros y córners. Esa es precisamente la mayor pericia de Raúl, el juego aéreo, y en los últimos partidos había demostrado que se encuentra más equilibrado, sin confundir valentía con salidas en falso. Pero ante el Celta no. Ante el Celta volvió a decantarse por la salida rauda, impropia, tuviera o no posibilidades de llegar a acariciar la piel del balón, y convirtiendo en aún más fácil el itinerario del gol hacia la portería. Así las cosas, la única posibilidad de satisfacción unánime sería que Ramírez obligara a Setién y Sarabia a pasar unas noches con Lord Byron y Mary Shelley, y traer del imposible viaje un Frankenstein futbolero que aunara las virtudes de ambos y desechara sus supuestas deficiencias. Pero Ramírez, que sabe perfectamente quién es Frankestein, no tiene idea de quién es Shelley.

LAS PALMAS VS CELTA

La segunda parte de la orgía convirtió al partido, precisamente, en orgía, porque la consideración de orgía parte de la condición de que todos disfruten. Y hasta ese momento el único que había disfrutado, y mucho, era el Celta. Las Palmas sabía que de esos segundos cuarenta y cinco minutos saldría camino del precipicio – goleado – o con una remontada épica para seguir relatando su leyenda de escuadra inverosímil. Tana, Viera y Boateng, de pronto, volvieron a descubrir la ruta exacta que va de una bota a otra, mientras Araujo, Macedo, Roque, Vicente y Dani Castellano se fajaban hierba a hierba con sus contrincantes azules. La orgía, entonces, se convirtió en orgía, con la correspondencia casi matemática de los placeres compartidos: en otros veinte minutos Bigas primero, Viera – de penalti – después, y Boateng por último, devolvieron una por una las embestidas y los goles, hasta alcanzar el empate. Prince, precisamente, había encontrado a su asistente de lujo, Tana, en ese último gol, en una merecida recompensa después de haberse echado a las espaldas el orgullo competitivo y el compromiso con que Las Palmas creyó en la remontada.

Quedaban aún veinte minutos pero, satisfechos todos, el encuentro solo aportó entonces detalles de deja vu. Como en la primera de las bacanales compartidas, el partido no lo completaron todos los jugadores. Y Berizzo, con diez, ordenó en los últimos instantes una sorprendente defensa en el campo de la UD que interrumpió la salida del balón y cualquier atisbo de remontada. Finalizado el partido, el Celta debe centrarse en seguir disfrutando ante el Ajax y Las Palmas en decidir si indulta a Raúl, nuestra última víctima autóctona. Esta orgía perpetua de Celta y UD debe esperar ahora por otra vuelta para poder ser disfrutada: de hecho, no hay cuerpo que la aguante.

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