ZARPAZOS AMARILLOS EN MESTALLA
Por teldeporte Actualizada el 23 Ago, 2016 a las 10:39 | Categorizado como En Portada, Fútbol | Con 0 Comentarios
  • VALENCIA  2-4 UD LAS PALMAS

DESDE LA GRADA CURVA/TV

POR EDUARDO FRANCESCOLI

No era la fecha propicia para que el Valencia se restañara las últimas heridas del nuevo proyecto Lim: 22 de agosto, 67 años desde la fundación de la UD Las Palmas, un equipo que además, siempre que empezó la Liga en Mestalla, acabó celebrando la victoria. Las Palmas no desaprovechó la fecha, y envolvió en zarpazos el regalo de aniversario para sus aficionados.

Zarpazo

CELEBRANDO EL ZARPAZO

Pero no era la misma UD de siempre. El primer partido oficial de la era post-Valerón convirtió a Las Palmas en lo que nunca hasta ahora ha sido. Con el amarillo de los grandes felinos, Las Palmas siempre se comportó como un gato elegante, que maullaba con la pelota en los pies, y cuyo placer – Germán, Alexis Trujillo, Robaina, Valerón, Jonathan Viera… – consistía en comprobar cómo los demás animales de la cancha se desesperaban persiguiendo sombras y no lograban desentrañar el significado de aquel juego cadente: Las Palmas no necesitaba correr, no necesitaba golpear, en un ritual de hipnosis que se convertía en gol solo cuando era necesario. El rival, aletargado, había sucumbido por aburrimiento, rendido a la burla de los pies insulares.

  • TRANSMUTACIÓN Y ZARPAZO.

A ese placer del juego por el juego añadió Las Palmas este 22 de agosto de 2016 garra y colmillo, con cuatro zarpazos precisos y asesinos, provocados por el instinto amarillo con el que se visten los grandes felinos. De nada servía que Gayá hiciera de estilete cirujano una y otra vez sobre el costado, ni que Santi Mina celebrara gol cada vez que la cobertura insular le regalara cuatro metros cuadrados de habitabilidad en el área, ni que el preciso diapasón del díscolo Parejo señalara el ritmo exacto de noventa minutos de buen juego.

Las Palmas, 67 años después, no era Las Palmas que todos esperaban, transmutada en intuición animal: la supervivencia balcánica de Livaja, la supervivencia callejera de Viera, y la supervivencia suburbial y berlinesa de Boateng – con un alter ego infante en el suburbio de El Polvorín – fueron cuatro zarpazos precisos, en el momento justo, en la anatomía precisa del partido, para desangrar hasta la derrota a un Valencia incrédulo, que suponía que Las Palmas era el mismo gatito juguetón que se entretenía con la bola y que evitaba la pelea.

Zarpa y colmillo. Al talento playero, Las Palmas ha añadido las herramientas selváticas y felinas con que se acaba con la vida (deportiva) del enemigo. Al placer por el juego, el placer de la victoria. Solo por instinto. Solo por ganar.

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